SOLIDARIDAD SELECTIVA, DERECHOS HUMANOS Y REFUGIADOS
Os presentamos el artículo de opinión de las compañeras Ana Barranco Carrillo y Mª Carmen Caballero, titulado “Solidaridad Selectiva, Derechos Humanos y Refugiados”.
Otra vez nos invaden terribles imágenes de una nueva guerra, nueva, atendiendo a la zona aunque no lo sea en su esencia de conflicto armado y deshumanizador. Tal vez unos de los peores aspectos en estos contextos sea que, cuando la novedad deja de ser noticia, nuestros sentidos vuelven a normalizar la barbarie.
Más de 25 millones de personas en el mundo son refugiados según ACNUR (Alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados); más de la mitad son menores de 18 años y sólo 10 países acogen al 60% de personas refugiadas en el mundo. La invasión Rusa de Ucrania ha generado uno de los mayores éxodos, y más rápidos, desde la segunda guerra mundial. Más de 5,8 millones de refugiados ya han cruzado la frontera de Polonia.
Estos datos nos dejan sobrecogidas/os ante la crisis de refugiados y desplazados en Europa, en donde estos meses que llevamos de conflicto armado se ha desatado una explosión colectiva de solidaridad con las/os refugiadas /os ucranianos, en su mayoría mujeres y menores. Hasta el momento a más de tres millones de refugiadas/os ucranianos se les ha ofrecido asilo incondicional y protección en la mayoría de países de la UE. Cuanto menos resulta paradójico que Polonia hace un año rechazara a miles de migrantes y refugiados de Oriente medio en la frontera con Bielorrusia. Nos asalta ineludiblemente la pregunta que acecha en la conciencia como ciudadanas europeas y como profesionales del Trabajo Social, ¿por qué acogemos con los brazos abiertos a refugiadas/os ucranianos, mientras cerramos las puertas y blindamos la entrada a refugiadas/os de otros conflictos armados como Siria, África u Oriente Medio?
¿Solidaridad selectiva por ser ciudadanos europeos? ¿Puede ser un tema de xenofobia, aporofobia? ¿A qué se debe este doble rasero en tratamiento de personas refugiadas y desplazadas?
Quizás nos alarmaremos un poco más y podremos ir dando respuesta a estos interrogantes al conocer que 84 millones de personasestán obligadas a huir en todo el mundo por conflictos armados o políticos. De los más de 6 millones de refugiados sirios, el 80% se encuentran en situación de extrema pobreza (Datos de ACNUR).
Es evidente que las políticas migratorias y de asilo tienen una doble vertiente de solidaridad dependiendo de la nacionalidad, el origen y los intereses geoestratégicos. A lo largo de estos años, desde el conflicto de Siria, Afganistán y crisis de refugiados de 2015, hemos podido conocer, a través de diferentes medios y organismos internacionales, ONU, las deportaciones masivas a Turquía, Egipto o Líbano de cientos de miles de personas que habían cruzado y estaban en suelo europeo legalmente, conforme al derecho internacional. Y si hacemos memoria, Europa estableció una serie de cuotas de acogida, España tenía la cuota de 60.000 refugiados y solo acogió a 6.000 (datos de Amnistía Internacional, ACNUR).
Algunos opiniones que circulan sobre el tema de refugiadas/os de Ucrania han señalado, entre otros, la proximidad del conflicto y los factores culturales, considerando esta guerra como legítima, propia, precisamente porque forma parte de Europa y ataca la seguridad de los ciudadanos europeos, circunstancias que en otros conflictos bélicos con un importante volumen de desplazados como el caso de Siria o Afganistán, no ha ocurrido. Lo lejano, como extraño y diferente, no interesa aunque se trate de personas en circunstancias extremas en las que peligra su vida. Así, la conciencia colectiva solidaria se difumina con la rapidez y ligereza según interese al tratamiento mediático, dependiendo de la cercanía del conflicto.
Qué rápido normalizamos la crueldad, la tortura, la muerte, y mucho más cuando la tenemos o sentimos tan lejana; mientras las víctimas sean otros/as, yo puedo seguir con mi particular microcosmos. Cabe plantearse si se activan más las conciencias europeas con una guerra cercana a sus fronteras, ¿qué ocurre con el resto de guerras libradas en otras partes del mundo?
Ello nos debe llevar a la reflexión como profesionales de lo social en tanto puede ser el acicate, peligroso e inquietante, de manifestacionesxenófobas y de odio como ya está ocurriendo en nuestro país bajo el discurso de lo autóctono, europeo, frente a los “otros, refugiados, inmigrantes, extranjeros y competidores de recursos”.
¿De qué derechos hablamos?
Los Derechos Humanos deben ser los garantes del respeto a cualquier persona, de su dignidad, independientemente de su origen, nacionalidad, cultura. Los derechos humanos de las mayorías de refugiados y desplazados se están vulnerando sistemáticamente con la complicidad de administraciones, Estados y órganos internacionales que no están cumpliendo con sus fines. Por tanto, ¿dónde quedan sus garantías que deben erigirse universales y protectoras, como derechos que corresponden a todos los seres humanos por el mero hecho de serlo?
Las políticas migratorias de control fronterizo, olvidan la perspectiva de los Derechos Humanos, reduciendo las oportunidades sociales, culturales y económicas que brindan las migraciones en los países de destino. La ceguera política y su egoísmo estratégico dilapidan sistemáticamente el deber universal de acogida y asilo de cualquier persona que tiene que salir de su territorio bajo circunstancias extremas, y en las que está en juego su propia supervivencia.
Las devoluciones en caliente, la violencia, cualquiera que sea su índole, se están convirtiendo en prácticas normalizadas según ACNUR con este clarificador relato: “Miles de personas sufren violencia, malos tratos y otras agresiones graves de derechos humanos en los linderos terrestres y marítimos de la Unión Europea. En ocasiones, las balsas con migrantes son empujadas de nuevo al mar” (ACNUR).
Otro dato alarmante sigue siendo la violencia de género en conflictos armados en donde mujeres y niñas se convierten en botines de guerra por una de las partes enfrentadas en el que el reclutamiento forzoso de menores, el uso de la tortura y mutilaciones, suele ser la tónica habitual en esa “cultura de la violencia”. La violencia contra las mujeres, es quizás la violación a los derechos humanos más extendida actualmente, que devasta vidas, fractura comunidades y frena el desarrollo de cualquier país2.
Con este panorama, el asilo, acogimiento, en la guerra de Ucrania, se convierten en un medio de competición moral e ideológica para los Estados, demostrando al mundo que la UE se erige como garante de libertades y derechos ante regímenes autocráticos. Una vez más una ilustración de poder que se ceba con los más vulnerables, esos “otros”, situados en los márgenes de los derechos humanos.
Los derechos humanos, por tanto, en su concepción actual deben replantearse en el marco de su complejidad hacia una dimensión más ética, justa, e intercultural, ya que la dignidad de las personas no puede seguir concibiéndose de manera abstracta sino contextualizándola a nivel social, cultural, medioambiental.
A modo de reflexión…
Que facilidad el ser solidario con lo externo, lo intangible, o lo inmaterial, véase el caso de las imágenes religiosas y, cuanto nos cuesta expresar, dar, transformar esa solidaridad en algo cercano, estrecho, mutuo, o concreto.
Todo lo anterior conecta con el papel del Trabajo Social, y como desde la ética de la profesión atendemos al otro/a.Mientras que en un plano más próximo, ¿pienso y actúo como persona impregnada por los valores de mi profesión? O por el contrario, el ser humano capaz de albergar lo mejor y lo peor al mismo tiempo, ¿se traslada o proyecta también a la profesión? ¿Qué pensaría el Trabajo Social sobre mi particular manera de obrar ante las vicisitudes planteadas? ¿Me mantengo neutral, justa, activa, movilizadora? Como refería antes, los más sublimes objetivos de la profesión, ¿se trasladan a planos concretos de mi ámbito de actuación?…reflexión crítica, mediación en problemas contextuales, construcción de intervenciones relevantes y efectivas ante situaciones complejas, fomento del bienestar particular y general.
Desde una concepción práctica y ética del Trabajo Social y Derechos Humanos, es a través de la escucha activa, del diálogo, de la empatía, acompañamiento, como el Trabajo Social lucha por conseguir que los derechos humanos se hagan realidad, distanciándose de concepciones idealistas e irreales, y traspasando su dimensión abstracta. Se abre de este modo la posibilidad de convertir los derechos humanos en una realidad práctica para conseguir la equidad, justicia social, que esté conectada con la Declaración Universal, y que pasa por la responsabilidad, el compromiso de acción, por la denuncia, y propuestas de políticas que garanticen una mejor calidad de vida bajo el pensamiento del viejo slogan del movimiento ecologista “actuar localmente y pensar globalmente”3. La acción colegial puede convertirse en el marco idóneo para canalizar e impulsar acciones en la defensa de los Derechos Humanos con aquellos colectivos más vulnerables, migrantes o personas refugiadas, entre otros.
Con este breve artículo de opinión se pretende dejar libertad a las conciencias y pensamientos, para que en la dicotomía persona/profesión podamos llegar a la clave de la acción, todo menos a la indiferencia, porque ya lo dicen, la indiferencia condena al olvido.
Según la Escola Cultura de Pau al menos 34 conflictos armados siguen vigentes en el mundo además del de Ucrania y más de 80 millones de personas desplazadas por conflictos armados. https://escolapau.uab.cat/img/programas/alerta/alerta/21/conflicto2021e.pdf 2Puede consultarse la página de ONU Mujeres sobre la mujer y conflictos armados. https://www.unwomen.org/es/news/in-focus/end-violence-against-women/2014/conflict 3. Pueden consultarse algunas referencias bibliográficas sobre Trabajo Social y Derechos Humanos: - De Lucas, J. (2000): “Multiculturalismo y derechos humanos”, en Diccionario crítico de derechos humanos, Huelva, Universidad Internacional de Andalucía. -Sánchez, D. (2000): “Universalismo de confluencia, derechos humanos y procesos de inversión”, en Herrera, J. (ed.): El vuelo deAnteo,Bilbao, Desclée.Comentarios
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