Infancia, adolescencia y juventud

El colectivo de Trabajo Social es uno de los más cercanos a las realidades sociales de las familias y vela siempre por la protección a la infancia y la adolescencia. Un colectivo cuya atención debe considerarse prioritaria.

El acompañamiento a las familias en situación de dificultad con el objetivo de que se realicen cambios, incide directamente en la prevención de daños perjudiciales para este colectivo. Si bien, ante la aparición de situaciones de riesgo y/o desprotección, las y los profesionales de Trabajo Social consideramos que, para mejorar la atención a la infancia y adolescencia es necesario:

• Reforzar la estructura de protección de menores con profesionales técnicos formados/as y especializados/as.

• Fortalecer la red de hogares y residencias asegurando su objetivo protector.

• Hacer efectivo una red de familias acogedoras de emergencia y temporales para los menores entre 0 y 6 años y menores no acompañados.

• Garantizar la cobertura de las necesidades de quienes cumplan los 18 años y han estado bajo la tutela del Principado.

• Garantizar la atención multidisciplinar en todos los procedimientos judiciales civiles y penales. 

• Potenciar la mediación familiar como alternativa a la resolución de conflictos.

Pero no sólo se debe reforzar el Sistema de Protección a la Infancia, sino también la acción profesionalizada del Trabajo Social en los centros educativos. Una actuación que puede evitar que muchas situaciones familiares se cronifiquen ante la falta de intervención desde el medio educativo[1]. La intervención con estos niños y niñas, se combinará con la actuación de las y los trabajadores sociales de los servicios sociales y/o de los equipos especializados de intervención en infancia, lo que otorgará mayor eficiencia y, por tanto, protección a la infancia. El trabajo social en el centro educativo aporta acciones de prevención, detección, diagnóstico social e intervención generando un mayor nivel de protección en la infancia y la adolescencia.

Para ello, será necesario incrementar los recursos humanos y las plantillas de profesionales del trabajo social en el Sistema Educativo para ofrecer de manera adecuada la atención y el acompañamiento que la infancia y juventud precisa. Se precisa de 1 Trabajador/a social por centro educativo y de 1 Trabajador/a Social por cada equipo multidisciplinar.

Asimismo, es imprescindible la presencia de nuestra profesión en la Atención Infantil Temprana[2], por ser un colectivo altamente vulnerable y ofrecer una respuesta integral e integrada en la atención de las necesidades que presentan los niños y niñas con trastornos en su desarrollo o riesgo de padecerlos, así como a su familia y entorno de convivencia.