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MURCIA

Casi 600 personas viven en chabolas e infraviviendas o no tienen un techo en Murcia

viernes 22 de abril de 2016 Fuente: La Verdad (Manuel Madrid)

Enlace Avance noviembre 2015: Exclusión residencial en Murcia. Miradas y trayectorias

Un estudio dirigido por el Observatorio de la Exclusión Social, con la ayuda de ONG y del Ayuntamiento, aconseja mejorar la coordinación de las ayudas existentes.

Setenta y dos voluntarios salieron a la calle el 25 de noviembre de 2014 con una misión: hacer una radiografía del ‘sinhogarismo’ en Murcia, de los sin techo o excluidos residenciales, como se les conoce también. Alumnos del Grado de Trabajo Social de la Universidad de Murcia, técnicos del Ayuntamiento de Murcia y de trece ONG y asociaciones con Jesús Abandonado, Fundación Rais y Cepaim en cabeza, y miembros del Observatorio de la Exclusión Social de la UMU tenían tres objetivos: realizar un recuento-encuesta para determinar los perfiles sociodemográficos, la observación de los diferentes escenarios de su actividad cotidiana y recopilar 20 historias de vida.

Los resultados de este estudio, que ha arrojado información exhaustiva sobre la peor de las exclusiones sociales, han sido publicados por la editorial de la Fundación Cepaim, con la ayuda de Jesús Abandonado, cuyo comedor social de Murcia acogió ayer la presentación ante una treintena de participantes en el proyecto. El director del Observatorio de la Exclusión Social de la UMU, Manuel Hernández Pedreño, coordinador de este trabajo, asegura que las conclusiones deben ser aprovechadas «para dar un enfoque integral a los graves problemas estructurales» de la sociedad que inciden en los procesos de exclusión social y residencial, y para mejorar la coordinación de las organizaciones y administraciones y optimizar recursos.

«Hay recursos, pero a menudo ni se conocen»

Más hombres y extranjeros

El conteo permitió conocer el número exacto de personas en situación de exclusión residencial. Descartados los menores (13) y las personas en integración (18) por tener casa en alquiler o en propiedad, en Murcia había en ese momento noviembre de 2014 575 personas viviendo en la calle, en casas abandonadas o en campamentos y chabolas (repartidas en Juan de Borbón, El Puntal, Churra, Patiño, Algezares y Javalí Nuevo). Para realizar una descripción aproximada de estas personas, según el estudio, predominan los hombres (78%) y los extranjeros (68,3%) 40 nacionalidades entre los 351 personas de otras nacionalidades abordadas, siendo Marruecos, Bulgaria, Rumanía y Malí los países más frecuentes. La edad media es de 39,4 años. Las categorías de exclusión son diversas. Están los llamados sin techo (7,6%), como se conoce a los que viven a la intemperie o pasan la noche en alojamientos de emergencia, como albergues; pero también gente sin vivienda (58,6%), es decir, que viven en centros para personas sin hogar o en centros de internamiento; en vivienda inadecuada (22,6%), como caravanas y chabolas, o en vivienda insegura (11,3%), es decir, aquellos que temporalmente residen con familia o con amigos.

Los hombres (78%) presentan peor situación social que las mujeres. Solo el 16,5% de los identificados habían nacido en la Región de Murcia («casi nadie ejerce la mendicidad en su propia ciudad»), así que entre las procedencias más habituales se encuentran Andalucía, Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha. Casi un 47% de estas personas son solteros, y el nivel educativo es muy bajo un 73% no han completado estudios primarios. Un tercio de la población analizada no alcanza el nivel de primaria, y esa proporción es mayor incluso entre los que residen en vivienda inadecuada, los sin techo, los extranjeros y las mujeres. En general, cinco de cada diez excluidos sin hogar son fumadores, y un 29% presenta enfermedades físicas y un 17,3% enfermedades mentales. La media de ingresos de estas personas es de 241 euros. El 64% son desempleados.

El equipo investigador de la UMU cita en este trabajo como aspectos estructurales la precariedad laboral, el paro de larga duración, la escasez de empleo, la ausencia de reorientación formativa y profesional, y las prestaciones sociales insuficientes, entre otras. Igualmente influyen, según Hernández Pedreño, doctor en Sociología, factores individuales como el origen social, los conflictos familiares y separaciones, las adicciones y las enfermedades. La intensidad de esos riesgos es variable.

Estudios sobre la pobreza y la exclusión social sí que se habían realizado, pero esta investigación «ha venido a rellenar una importante laguna científica existente en Murcia: el desconocimiento de la realidad de la exclusión residencial». Y más allá de obtener un número se ha buscado conocer qué les pasó para llegar a esa situación y documentar cuál es su realidad cotidiana a través de lo que denominan «observación participante», visitando para ello sus espacios de relación: centros de acogida, comedores sociales, asentamientos, parques y jardines.

El estudio se refiere específicamente al municipio de Murcia, si bien en la Región se calcula que habrá unos 1.500. La directora general de Familia y Políticas Sociales, Verónica López, dio ayer su apoyo a realizar un censo en toda la Comunidad y estudios similares en Cartagena y Lorca, e invitó al equipo a la mesa de recursos de acogida. El Ayuntamiento destinará 8 millones a luchar este año contra la exclusión y la edil Conchita Ruiz, promete mejorar la coordinación con el Tercer Sector social.

«Hay recursos, pero a menudo ni se conocen»

La actuación con el colectivo de personas en exclusión residencial no es fácil porque hay un componente transitorio, pues en muchos casos se trata de gente que está de paso. Además, es un colectivo variable y poliédrico, según explica el profesor Manuel Hernández Pedreño, director del Observatorio de la Exclusión Social de la UMU y coordinador del estudio y del libro sobre el caso concreto de Murcia. «Hay recursos, que a menudo ni se conocen, y falta coordinación entre las organizaciones y las administraciones», reconoce el investigador, que asegura que hay entidades que están aprovechando muy bien los recursos que la UE pone a disposición para reducir los niveles de exclusión. Además, Murcia ofrece múltiples recursos residenciales, que se incluyen también en un apartado del libro-estudio (Fundación Rais, Beto, Columbares, Neri, Proyecto Abraham, Traperos de Emaús, Ayuntamiento (Semas y Derechos Sociales), Cáritas, La Huertecica, Cepaim, Fundación Vicuña, Jesús Abandonado, Oblatas y Murcia Acoge). El presidente de Jesús Abandonado, José Moreno, desea que este estudio sirva para poner todos los medios y evitar que salga más gente del «círculo de la normalidad».

HISTORIAS DE VIDA

  • «Sin ganas de vivir»*

Marroquí, 19 años: «Mi familia no tiene dinero, son muy pobres, por eso me quise venir a España. Lo intenté varias veces, cuando tenía 12 años la primera vez. Al año siguiente lo conseguí, en 2009 llegamos a Cádiz en una barca. Me he sentido muy mal, muy solo en centros de menores, no tenía ganas de vivir. No hay trabajo».

«Me ducho y como en Rais»

Español, 22: «A los 8 años yo ya fumaba. Y con el cannabis… a los 9 ya tomaba. Todavía no lo he dejado del todo. Beber sí que bebo menos que antes, cerveza. Con mi padrastro nunca me llevé bien, no me gustaba, ni yo a él. Estuve varios años en centros de menores. Pido en la calle. Vivo en una nave abandonada. Me ducho y voy a comer a Rais».

«Maltrato de mi padre»

Guineano, 35: «Sufrimos maltrato, tanto mi madre como nosotros, de mi padre, por eso estábamos unidos. Me fui a trabajar fuera, pude ahorrar pero echaba de menos a mi familia, estaban lejos. Cuando no estaba enfermo tenía muchos amigos. Estuve un tiempo en la calle, hasta un amigo me dejó su casa. He podido volver a ver a mi familia».

«He ganado mucho dinero»

Rumano, 43: «En la guerra lo pasé muy mal, muy mal… eso era… Tuve que volver a mi casa, estuve un tiempo mal. Los primeros días en España dormía en la calle, en un parque. Hasta que una pareja de rumanos me ayudó. Trabajé de albañil. Vino después mi familia. He ganado mucho dinero, pero con el juego he perdido a veces todo».

«Drogas y problemas»

Español, 44: «Decidí ir al campo a trabajar porque mi padre se quedó en paro y había que ayudar a pagar los impuestos. Cuando comencé con las drogas, todo fueron problemas, dejé de hablarme con mis hermanos. Uno quiere dejarlo, y un día te dicen, ¿quieres? Te pones de nuevo. No es fácil. Mi vieja me dijo: si tú quieres ayuda, te buscamos».

«No quieren saber de mí»

Español, 50: «Siempre me he llevado mal con mi padre, las peleas eran continuas, desde que era pequeño. Dejé de estudiar y me puse a trabajar, cobraba poco pero se lo daba a mi madre. Tras separarme empecé a salir de juerga, siempre estaba borracho. Eso me hizo perder el trabajo, mi familia y mi hijo. Mi familia no quiere saber de mí».

«Posibilidades en España»

Lituano, 55: «En Rusia estuve dos años y cuando volví mi madre me buscó trabajo donde ella estaba, me pagaban bien. Estuve ocho meses en la cárcel por robar una motosierra. Mi pareja perdió el trabajo de profesora y mi invernadero no iba bien. Pensamos en que en España habría posibilidades. Mi pareja volvió y yo me quedé».

«No tenía para la pensión»

Español, 54: «No era buen estudiante y me puse a trabajar. Conocí a mi mujer y nos casamos. Tuvimos hijos y vinieron los problemas. Perdí el trabajo y lo dejamos. Estuve en varios empleos. Me diagnosticaron depresión, volví a separarme de mi segunda mujer. Bebía mucho. He vivido en la calle porque no podía pagar la pensión».

«Mi pareja fue a la cárcel»

Española, 25: «Mi madre bebía mucho, gracias a la caridad y a los servicios sociales podíamos comer, si no… Tenía novio desde los 15 años, pero no me decidía a irme con él, no quería dejar a mis hermanos solos. Lo peor fue cuando ingresó en la cárcel, me quedé sola con los dos niños. Gracias a Cepaim he hecho cursos y estoy en uno de sus pisos y he conseguido una pequeña prestación».

«Aquí cambié a mejor»

Búlgara, 31 años: «Me gustaba la costura, pero después te duelen mucho los ojos. Cuando enfermó mi madre tuve que cuidar a mi hermano en casa, ella no podía. Me vine a España con una amiga que me robó todo lo que traje. Estoy haciendo un curso de limpieza. En Murcia cambié a mejor».

«El alcohol es muy malo»

Española, 39: «En mi casa el alcohol era muy normal, recuerdo que de pequeña yo ya bebía cerveza en los cumpleaños. He tenido muchas parejas, todas fumaban y bebían, como yo o más. He intentado dejarlo, pero cuesta mucho. Lo peor fue cuando me quitaron a mis hijos. El alcohol es muy malo».

«Me llamaban ‘la loca‘»

Costamarfileña, 45: «Yo vivía en una aldea, éramos pocos, pero vivíamos bien, mucho mejor que otros. Los vecinos me llamaban «la mujer loca». Y me vine a España con 19 años. Me llevaron a un hospital y allí me ayudaron. Estuve de cuidadora en una casa, conocí a mi marido, luego me fui de casa y con otros, y estuve en la calle».

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