"Hay que superar el paternalismo social y coger el 'chip' de la dignidad humana"
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Patrocinio de las Heras es una “histórica” de los Servicios Sociales en España. Sanidad le otorgó en 2011 la Medalla de Oro a la Solidaridad.
Patrocinio de las Heras, soriana, de 68 años, se define como una enamorada de su tierra y una absoluta “militante” del trabajo social, una profesión a la que lleva dedicada toda una vida. Aun jubilada, sigue luchando por el reconocimiento de los derechos sociales y por la dignificación de aquellas personas que por una u otra causa precisan asistencia. “Hoy por hoy estamos sometidos a una realidad cambiante que puede hacer que necesitemos apoyos que no puede darnos la familia, pero el Estado del Bienestar tiene que dar respuesta ante esas situaciones”, defiende ella.
Patro, como acostumbran a llamarla sus amigos, es una “histórica” de los Servicios Sociales en España: trabajadora social hospitalaria en las épocas más difíciles y directora general de Servicios Sociales en los años 80. En la actualidad, se encuentra inmersa en un libro que recoge las memorias de la profesión.
-El sistema de servicios sociales es hoy uno de los más demandados por los ciudadanos y las familias. ¿Se podría decir que la suya es una profesión en auge?
-Hasta ahora la profesión estaba en total expansión, pero ha llegado la crisis y con los recortes sociales no solamente su desarrollo ha parado, sino que hemos hecho retroceder a un sistema tan joven como el nuestro.
-¿Qué es lo que más valora del trabajo social?
-Aquí el soporte humano es fundamental. En este campo, no solo hay profesionales, hay mucha implicación de las familias. Trabajamos en comunidad y con la participación del afectado, de los profesionales y de las familias este sistema rompe con la metodología básica. Pero si esto se desmonta, como la ley de la reforma local pretende, el sistema corre gravísimo peligro de que se ensañen con él.
-Está trabajando en un texto que explica todo esto. ¿Tiene título para él?
-Seguramente sea ‘Trabajo social y servicios sociales en España’. Se ha escrito mucho sobre ello, pero no la intrahistoria: lo que ha construido el propio trabajo social como profesión para crear este cuarto pilar del Estado del Bienestar. Todo se ha construido desde dentro y, sin embargo, no se le ha dado la importancia que tiene.
-¿Sería también una reivindicación de la profesión y de la lucha que están manteniendo?
-No solo eso, sino que a su vez el libro incorporará las alternativas que se están dando, entre ellas, la reforma de la Constitución para que los derechos sociales pasen a ser derechos fundamentales, una iniciativa lanzada por el Consejo General de Trabajadores Sociales. Es lo mismo que hicimos en el 78, cuando nos empeñamos en quitar la beneficencia para que toda la ciudadanía tuviera los derechos básicos universales. Hemos seguido esa trayectoria porque somos plenamente conscientes de que el pacto social de la ciudadanía se tiene que plasmar y la Constitución debe recoger las garantías de que esos derechos se hacen fácticos.
-¿Cómo ve la situación actual en materia de Dependencia?
-La Ley de Dependencia ha sido uno de los mayores logros. Empezó con un entusiasmo muy grande porque dio un salto cualitativo a la atención que se venía prestando en servicios sociales al reconocerlo como derecho subjetivo, pero en el marco actual está siendo uno de los recortes más inhumanos; y a la vez, de grave peligro para una estructura de servicios que se había empezado a desarrollar con una fuerza inmensa y que están absolutamente dañados ahora mismo.
-¿De qué manera están afectando estos recortes a las familias?
-A día de hoy hay 100.000 personas menos en atención a nivel nacional, los cuidadores han perdido también la aportación que la ley hacía para mantener sus cuotas de seguridad social, las horas de ayuda a domicilio que daban los ayuntamientos han sido drásticamente reducidas… Estamos preocupadísimos porque la Ley de Dependencia era quizás una de las mayores prioridades que en un Estado social y democrático de Derecho debemos garantizar a las personas que más han contribuido por nosotros. Yo siempre digo que la economía de un país es como la de una familia, y cuando hay situación de dificultad lo prioritario es cubrir las necesidades básicas de esta y no recortar en lo básico.
-Sin ir más lejos, veíamos que el perfil del dependiente en Aragón es el de un anciano que espera más de dos años para optar a una ayuda económica. ¿Esta situación es común al resto de España?
Es algo general en todas las autonomías y es uno de los mayores problemas que ha generado el retraso, no solamente en la resolución de las solicitudes, sino que una vez resueltas sigue manteniéndose un aplazamiento para hacer efectivo el derecho. En consecuencia, hay muchísimos casos en los que ya ha fallecido la persona y se ha generado un perjuicio a toda su familia -que ha tenido que estar adelantando los costes y una frustración enorme para la persona que ha visto por fin reconocido su derecho después de haber esperado tanto, y que nunca llegó.
-¿Qué opina de lo que está ocurriendo en Canarias con el bloqueo de camas en hospitales?
-Es algo vergonzante. No puede ser que quien menos invierte en estos servicios se atreva a culpabilizar a las familias porque estas carecen de posibilidades. Yo he sido trabajadora social hospitalaria y era inconcebible dar un alta para llevar al paciente a un hogar donde no había medios. Hasta que no dábamos esa cobertura, la persona no salía del hospital y hablo de las épocas más duras, de los años 70 y 80. Nosotros interveníamos en el alta médica con el alta social. Visitábamos a la familia y facilitábamos con los medios de apoyo y las ayudas del Fondo Nacional los soportes necesarios para que pudieran hacerse cargo desde el joven que había tenido un accidente y se quedaba inválido hasta un anciano dependiente por enfermedad crónica.
-¿Le decepciona la situación actual?
-Creo que se está utilizando la crisis para cambiar el modelo del Estado del Bienestar y desmontar los derechos de la ciudadanía. Se utiliza la crisis para privatizar los servicios públicos y abrir el mercado en un ámbito que es monopolio de los Estados y que justifica el pago de nuestros impuestos. No se puede entender que paguemos y cuando tenemos necesidades tan básicas, nuestro dinero vaya a otra cosa. No se puede priorizar el pago de las deudas de los bancos, cosas superfluas que no son imprescindibles para la garantía de la dignidad humana, como son nuestros servicios sociales, nuestra salud y nuestra educación. Esto es lo último que se debería tocar.
-Decía no hace mucho en una entrevista que la ciudadanía tiene que conquistar las urnas. ¿Es usted optimista o pesimista con el cambio?
-La voz y el poder lo tiene el ciudadano. Si quiere defender sus derechos tiene que participar en la vida política y tiene que hacer valer que sus derechos ni se compran, ni se venden, se defienden. Esto es lo que hay que hacer con los derechos sociales y, por tanto, como estamos en democracia, no hace falta ninguna revolución para eso: el verdadero cambio es el voto. Los partidos que quieran tener apoyo tienen que trabajar por las necesidades de los ciudadanos y la socialdemocracia es una garantía para defender el estado del bienestar, que en tiempos de crisis se hace más necesario que nunca.
-Con todas estas “medidas de ajuste” que se están llevando a cabo, ¿podríamos hablar de un retroceso o estamos quizás en una situación de ‘stand by’?
-Hemos estado en épocas peores. En la transición, siete millones de mujeres no tenían acceso al trabajo, pero querían trabajar. Hay que tener en cuenta que salimos de una sociedad con carencia de libertades y con carencia de derechos sociales; teníamos una beneficencia con padrones de pobres que se sustentaba de ayudas, de rifas, de tómbolas, de galas múltiples donde se exhibía la alta sociedad para hacer paternalismo social. Ese mundo ya ha desaparecido porque felizmente dimos el salto cualitativo a que las necesidades básicas se cubrieran por los impuestos. Hoy ya no tenemos aquellas estructuras de casas de misericordias, asilos de pobres, centros represivos y aquella antigua ley donde a la persona que no trabajaba se le podía ubicar bajo la ley de vagos y maleantes… Después de lo que vivimos somos una generación que clamamos y estamos permanentemente comunicando la experiencia de la memoria histórica del salto cualitativo que ha dado España al pasar de la beneficencia al derecho.
-¿Qué consecuencias tendría la ruptura de ese pacto social?
-Si esto se rompiera, nos haría remitirnos a siglos pasados, al tiempo que España ha vivido en la época anterior a la Constitución y generaría una dualidad social y una falta de cohesión e integración social que rompería lo que tenemos. Por eso, la ciudadanía tiene que tener plena conciencia de que la universalidad de los derechos es para todos y que se sostiene con nuestros impuestos.
-Poco a poco vemos cómo la movilización es cada vez más multitudinaria en las calles.
-Es lo que felizmente cambia en relación a esas situaciones antiguas tan difíciles. Antes no podíamos rechazar a los políticos corruptos ni había posibilidad democrática de cambiarlos. Hoy los políticos tienen que tener una gran responsabilidad con la función que tienen para que la ciudadanía confíe en sus representantes y si no asumen con responsabilidad su función, estos últimos pierden su confianza. Ahora bien, también la ciudadanía tiene la responsabilidad del voto. Incluso si los partidos no le dan respuesta, hasta puede crear alianzas electorales.
-¿Cree que existe una mayor conciencia ciudadana que en épocas pasadas?
-En la medida en que veo que avanza la conciencia ciudadana con los derechos sociales veo que la sociedad no los va a perder. Todo depende de esa conciencia social.
-¿Se justifican ciertos altercados que se están produciendo como consecuencia de esa decepción política?
En mi opinión, se están utilizando grupos que nada tienen que ver con la conciencia ciudadana y la movilización social y que interfieren para generar conflictos en el marco de una concentración para justificar una reacción contra la ciudadanía. Ahora se quiere atacar las manifestaciones pacíficas con una ley de orden público que es tremenda. A la vez se utilizan esas reacciones -que habría que saber quién las orquesta para desacreditar la acción ciudadana. Pese a todo, la ciudadanía es consciente de que los políticos están ahí porque se les ha elegido, aunque se les escoja para defender nuestros derechos, no para atacarlos. Pero estoy convencida de que si ese pacto no se da, la ciudadanía generará alternativas.
-De hecho, en el barrio de Torrero, las trabajadoras sociales de Zaragoza han creado con ayuda de los propios afectados un espacio de promoción y defensa de los Derechos Sociales. ¿Cómo calificaría esta labor voluntaria que surge de la propia ciudadanía?
-La trabajadora social es la unidad básica del sistema de servicios sociales, es el médico de cabecera del sector. Se relaciona con el distrito que le pertenece y desde ahí articula respuestas y servicios. En los inicios, esto tuvo gran fuerza y de ahí nació el propio sistema. Somos la profesión que en toda Europa fue reconocida en los años 70 cuando España tenía la beneficencia pura y dura. Nosotros, pegados a los trabajadores sociales europeos, hicimos todo un diseño en el momento de la Transición y lo asentamos en la base municipal, que es donde todos los ciudadanos tienen más capacidad de plantear sus necesidades, de generar redes de apoyo, familiares y asociativas.
-¿Hasta dónde cree que puede llegar el ciudadano?
-El ciudadano tiene que implicarse porque es el más interesado en que esto se cumpla. Esto requiere de una conciencia social: es imprescindible que exista un convencimiento de que los derechos los tengo por dignidad humana, no me los ha regalado nadie; y sobre esa base, tampoco me los pueden quitar.
-Sin embargo, en muchas ocasiones es difícil vencer esa vergüenza a la hora de pedir ayuda…
-Esto sucede porque muchas personas lo ven todavía desde una mirada clásica del paternalismo y la beneficencia, no con la dignidad de: soy ciudadano de mi país, pago mis impuestos cuando tengo mis ingresos y si necesito ser atendido, no pasa nada. Los problemas que tenemos en salud como los que podemos tener en servicios sociales requieren una cobertura ante una situación determinada y no somos ni más ni menos. Cuando se habla de la pobreza, de la marginación… Estos son fenómenos sociales, no van intrínsecos con la naturaleza humana. Hay que superar el paternalismo social que luego se vende para captar votos y coger el ‘chip’ de la dignidad humana y del derecho. Ese es el verdadero cambio.
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