La pobreza tiene voz
Parados de larga duración, inmigrantes ‘sin papeles’, personas sin hogar y otros excluidos debaten en Murcia cómo defender sus derechos.
Pedro Bañón se ha levantado esta mañana en el albergue de Jesús Abandonado, en la carretera de Santa Catalina. Allí lleva desde que tuvo que dejar la habitación que tenía alquilada en una pensión. «La dueña me dio una semana para pagar, pero no me quedaba nada y no tuve más remedio que irme», cuenta en un descanso de unas jornadas que la Red de Lucha contra la Pobreza (EAPN) celebra en el hotel Siete Coronas de Murcia desde el jueves. El seminario, que se clausura hoy, es bastante particular: los participantes –más de cien llegados de toda España– no son sesudos expertos en pobreza, sino personas que saben lo que es la exclusión social porque la están sufriendo en su piel. No están aquí para compadecerse de sus problemas, sino para aportar, debatir y proponer ideas.
Pedro Bañón es, a sus 47 años, un ‘sin techo’. Empezó a caer por la pendiente hace una década, cuando se separó de su mujer y sus dos hijos pequeños y dejó Alicante, donde vivía, para venir a Murcia a trabajar como vigilante de seguridad. Nunca volvió a Alicante y la relación con su familia está rota por razones en las que no entra. Se quedó sin trabajo y en 2009 se le acabó el subsidio. Pronto se quedó en la calle. Primero fue recogido por la Fundación Rais, que le dio alojamiento por un año. Después consiguió una ayuda de renta básica, y así fue trampeando hasta que terminó en Jesús Abandonado. «Yo he estado trabajando, sobre todo en la hostelería, desde los 14 a los 35 años», asegura. «En Alicante tenía casa y familia, pero me quedé sin nada», confiesa. No tira la toalla, y quiere además echar una mano a quienes pasan por una situación parecida a la suya. Por eso forma parte del grupo de participación de la EAPN, que se ha encargado de organizar las jornadas. Pedro está pendiente de que a sus compañeros venidos de otras comunidades no les falte de nada. «Les explico dónde hay un locutorio si tienen que llamar, o dónde pueden tomarse un café barato», aclara.
Personas sin hogar, parados de larga duración, inmigrantes en situación irregular, toxicómanos en proceso de desintoxicación. La exclusión tiene mil caras. Cada uno de los participantes en este seminario tiene su historia.
Teresa Ordóñez es canaria, pero vino hace seis años a la Región porque su entonces marido era murciano. «Trabajaba en un hotel en Las Palmas, pero la crisis ya estaba empezando y perdí el empleo, así que decidimos venirnos para acá», rememora. «Nada más llegar las cosas se complicaron. Me puse enferma y ya no pude trabajar. Además, me divorcié», explica. Teresa sufre un trastorno bipolar. «He pasado cuatro años fatal, pero ahora estoy bien; por fin los médicos dieron con un tratamiento que me mantiene equilibrada». Enferma, sin trabajo y sin pareja, Teresa Ordóñez no pudo seguir pagando el alquiler. «No llegué a quedarme en la calle; primero estuve en un convento, y desde hace seis meses v ivo en una v iv ienda de acogida de la Fundación Rais», cuenta. «Al principio fue duro, porque cuando entré estaba muy mal y en el piso tienes que cumplir con unas rutinas, como hacer la comida y limpiar. Pero ahora estoy encantada. Me encuentro mucho mejor y con ganas de salir adelante», confiesa. Comparte su vida con otras cinco compañeras, y mantiene el contacto con sus dos hijos. «La mayor vive en Menorca, y mi hijo tiene 14 años y está con su padre. Mi exmarido siempre se ha portado bien conmigo», aclara.
Teresa no terminó el graduado escolar, y está decidida a cubrir sus lagunas. «Estoy haciendo cursillos de informática en Isol (Asociación Murciana de Rehabilitación Psicosocial); espero encontrar un empleo». No tiene ingresos, pero acaban de concederle la minusvalía y espera recibir al menos una pequeña ayuda para ir tirando cuando pueda dejar el piso de la Fundación Rais para empezar a volar sola.
Teresa, Pedro y el resto de participantes en las jornadas hablan, desde su experiencia, de las dificultades en el acceso a las ayudas sociales, a la formación e incluso a los servicios sanitarios (muchos carecen de tarjeta sanitaria desde que la reforma de 2012 dejó a los inmigrantes sin papeles sin derecho a este documento). Quieren que se escuche su voz, sin paternalismos ni juicios de valor. Hoy elaborarán sus conclusiones y pedirán «medidas urgentes contra la pobreza y la exclusión».
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