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MURCIA

Un nuevo estudio casi triplica la cifra de los ‘sin techo’ conocida hasta ahora en la Región

lunes 19 de octubre de 2015 Fuente: La Verdad / Javier Pérez Parra

Serían más de 1.500 y solo en Murcia superarían los 600, según un informe del Observatorio de Exclusión de la UMU y Jesús Abandonado.

La mayoría de quienes carecen de un hogar han roto todo contacto con sus familias.

Entre el 43% y el 37% beben habitualmente, y el consumo de drogas llega hasta el 28%.

«La gente te mira como si no fueses más que un perro»

Datos
1.500 personas sin hogar aproximadamente en toda la Región.
619 están en la ciudad de Murcia. 154 viven en infraviviendas, 54 en la calle, 411 en albergues.
32 % españoles, 68 % extranjeros.
22 % mujeres, 78 % hombres.
39,4 años de edad media.
Fuente: Observatorio de Exclusión Social de la UMU y Jesús Abandonado.

Dolores consigue olvidarse durante un rato de los efectos de su última sesión de quimioterapia echando una partida de parchís con Josefa y Francisco. Un café caliente, un poco de charla y la distracción de los dados saltando en el cubilete ayudan a acortar la mañana. «En la calle las horas se hacen interminables», confiesan. Prácticamente están estrenando el nuevo centro de día que Jesús Abandonado acaba de abrir justo al lado de su comedor social, en el centro de Murcia. Las centenares de personas sin hogar que malviven por las calles de la ciudad encontrarán aquí un lugar no solo donde cobijarse, sino también donde formarse, con talleres diseñados para que puedan comenzar el difícil camino de la integración social y laboral. Algunos lo lograrán, pero con otros muchos no habrá final feliz.

La durísima realidad de la exclusión social no puede resumirse en unas cifras, pero los datos son importantes, sobre todo cuando demuestran que un problema considerado marginal está mucho más extendido de lo que hasta ahora decían las (escasas) estadísticas oficiales. Solo en Murcia y pedanías se han contabilizado 619 personas sin hogar, según un estudio del Observatorio de Exclusión Social de la Universidad de Murcia (UMU) y Jesús Abandonado que será presentado en noviembre. En toda la Región, los autores calculan que hay más 1.500 personas que no disponen de una vivienda que pueda considerarse como tal, en la que refugiarse por las noches. Es un número que puede quedarse corto, advierte el director del Observatorio, Manuel Hernández Pedreño, pero en todo caso la cifra casi triplica a los poco más de 600 ‘sin techo’ recogidos por el único estudio sobre esta problemática publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que data de 2012.

Detrás de los números está Dolores Calzón, que con 57 años a sus espaldas lucha contra el cáncer después de toda una vida durmiendo en casas ocupadas o directamente en la calle. También Francisco Benítez, que ha encontrado refugio en el albergue de Jesús Abandonado en Santa Catalina después de salir de la cárcel, donde ha pasado dos años por malos tratos. «Fue un error judicial», se defiende. Gracias a Jesús Abandonado no ha tenido que volver a la calle, por donde ya había pasado anteriormente, «rebuscando en los contenedores».

Como Francisco, muchos de quienes no tienen techo encuentran plaza en el albergue de Jesús Abandonado y en centros y pisos de otras ONG. De las 619 personas sin hogar estimadas por el estudio en el municipio de Murcia, 411 disponen de hueco en esta red de atención social. Otras 54 duermen en la calle. El resto, 154, malviven en chabolas o en infrav iv iendas sin agua corriente ni luz eléctrica. Los datos son todos prov isionales, y puede haber alguna ligera modificación antes de que a finales de noviembre se cierre el informe para su publicación.

Solos y sin estudios

No es fácil delimitar el problema en un perfil determinado. Hay, eso sí, circunstancias que se repiten. «Son personas en su mayor parte sin empleo y con niveles educativos bajos, aunque también hay ex-tranjeros con formación que no han podido homologar sus títulos», explica Manuel Hernández Pedreño. Como era previsible, un elevadísimo porcentaje de estas personas han perdido el contacto con sus familias, y también hay problemas de alcohol y drogas. Sin embargo, las adicciones no son tan generalizadas como podría pensarse, advierte el director del Observatorio. Así, el 43,6% de quienes viven en la calle aseguran beber habitualmente, mientras entre quienes ocupan infra viviendas el porcentaje cae al 37%. En cuanto a las drogas, su consumo alcanza al 28% de los ‘sin techo’, según la encuesta. Entre quienes duermen en chabolas o en albergues, la adicción a estupefacientes es menor.

Junto a los problemas de alcohol y drogas, la enfermedad mental está también muy presente. Una buena muestra de ello es lo que les ocurrió a los autores del estudio cuando repartieron la encuesta en la que se han basado para realizar la estadística: 61 ‘sin techo’ no fueron capaces de responder a las preguntas por culpa de los trastornos que padecían.

«No hay un perfil concreto»

Pero los trabajadores sociales insisten en no estigmatizar. «No hay un perfil concreto; las situaciones que vemos aquí son muy variadas», explica María Predants, coordinadora del centro de día de Jesús Abandonado. Solo hace falta echar un vistazo a la cola que todos los días se forma en la puerta del cercano comedor social que gestiona esta ONG: junto a transeúntes maltratados por las adicciones conviven inmigrantes que han caído en pendiente por la falta de trabajo y de un colchón familiar al que agarrarse, y padres de familia bien vestidos a los que el paro de larga duración ha colocado en situación desesperada, hasta el punto de que acuden al comedor para, con el dinero que se ahorran, alimentar a sus hijos. Pero sin caer en simplificaciones, algunos datos sí permiten establecer conclusiones claras. La gran mayoría de quienes no tienen un hogar en la Región son hombres. Apenas un 22% de los encuestados son mujeres, frente a un 78% de varones. De media, los ‘sin techo’ tienen 39,4 años. Hay ancianos, y también jóvenes casi adolescentes.

Prácticamente siete de cada diez personas sin hogar son extranjeras. Su mayor vulnerabilidad socioeconómica y la falta de redes familiares pueden estar detrás de este dato. La cifra de extranjeros se eleva además por los asentamientos chabolistas de búlgaros y rumanos que aparecen de forma intermitente en la periferia de Murcia.

El mapa del problema

El estudio permite de hecho dibujar un mapa del problema en Murcia. Los 154 ocupantes de infraviviendas contabilizados en el informe se reparten en asentamientos diseminados por Churra (Senda de Granada), Patiño, Algezares, Javalí Nuevo y en las cercanías de Juan de Borbón. En cuanto a los 54 ‘sin techo’ que duermen al raso en las calles, la mayoría (20) se concentran en el centro, mientras otros diez se reparten por el barrio del Carmen, en los cajeros de la avenida Floridablanca o en los bancos del cuartel de Artillería.

Las proximidades de la estación de autobuses y el jardín de la Pólvora, en San Andrés, son también lugares habitualmente elegidos por los ‘sin techo’, así como los alrededores de la plaza de toros, de la Jefatura Provincial de Tráfico y del Jardín Chino. En La Flota, sin embargo, los autores del informe no han detectado la presencia de personas sin hogar.

Pero el estudio pretende ser mucho más que una encuesta o un inventario del número de afectados y de los lugares donde se concentran. El objetivo es profundizar en el problema, buscando causas y averiguando cuáles son las acciones más eficaces para abordarlo. Por eso, junto a la parte más estadística, se ha desarrollado un trabajo de observación, con trabajadores sociales que han interactuado con los usuarios de los albergues y comedores sociales como un ‘sin techo’ más, para superar las barreras invisibles que siempre hay entre quienes no tienen nada y quienes están al otro lado. El resultado de todo este trabajo se dará a conocer en noviembre.

«La gente te mira como si no fueses más que un perro»

Emilio llegó en 2011 a Murcia con dos maletas, sin trabajo ni casa en la que refugiarse; durmió en portales hasta que ocupó un cuchitril en Santo Ángel.

«Tengo un hijo de 28 años, pero ya me ha dicho que me olvidé de él, que no tiene padre».

Emilio Gómez llegó en 2011 a Murcia con dos maletas «y un bolso en las costillas». Venía de Cieza, donde había vivido hasta entonces en casa de su madre, recién fallecida. No tenía trabajo, se había enganchado al alcohol y, rotas las relaciones con sus hermanos, con su exmujer y con su hijo, vagabundeó por la ciudad sin ningún sitio a donde ir. Se había convertido en un ‘sin techo’.

«Al principio estuve en el albergue de Jesús Abandonado, pero luego pasé siete u ocho meses durmiendo en la calle. Bueno, en realidad no dormía, porque pasaba mucho miedo. No me metía en los cajeros porque allí pasa gente y te pueden decir algo», cuenta. Primero se apostó en el portal del centro de especialidades Doctor Quesada, en San Andrés. Luego, se mudó al jardín de La Pólvora. Pero su lugar preferido eran las escaleras del pabellón Príncipe de Asturias. Allí, en la madrugada, se aseguraba una soledad absoluta. «Nunca tuve ninguna pelea fuerte, solo discusiones con gente que quería dormir en algún lugar que ya ocupaba yo», recuerda.

Pero hace ya tiempo que Emilio dejó la calle, aunque no porque haya encontrado un hogar. Malvive de ‘okupa’ en un cuartucho en la huerta, en Santo Ángel, donde no hay baño, ni agua corriente, ni luz eléctrica. «Voy a la fuente a por agua», aclara. Allí tiene al menos la alegría de sus dos perros, su mejor –y en realidad única– compañía.

De vez en cuando se gana algo de dinero cortando cañas. «Me dan 35 euros», explica. En su otra vida, cuando tenía casa y familia, trabajó en la agricultura y en la constr ucción. Pero ahora, con 51 años, la inserción en el mercado laboral se le ha puesto cuesta arriba.

Emilio se casó muy pronto, con 17 años. «Tengo un hijo de 28, pero ya me ha dicho que me olvide de él, que no tiene padre», confiesa con amargura. Su apoyo, ahora, es Jesús Abandonado. Allí se ducha y se asea, y recibe atención psicosocial. En el nuevo centro de día que acaba de abrir la ONG en el centro de Murcia, junto al comedor social, tiene además la posibilidad de pasar las horas, ocupado en algún taller o simplemente charlando con otros ‘sin techo’. «En la calle el día se hace larguísimo, y además al final la gente te mira como si fueses un perro», se queja.

Emilio es una de las veinte personas que han contado su historia de vida para el estudio que han elaborado el Observatorio de Exclusión de la UMU y Jesús Abandonado. El informe incluye una encuesta más amplia, a unos 600 ‘sin techo’, pero de entre todos ellos se ha seleccionado a un grupo de voluntarios que han accedido a contar su experiencia. «La información es muy valiosa porque nos permite comprobar qué factores provocan que una persona pase de una situación de integración a otra de vulnerabilidad, y de ahí a la exclusión», explica Manuel Hernández Pedreño, el coordinador del estudio.

Escondido en un tráiler

Además de Emilio, también Youssef ha contado su historia de vida, llena de altibajos. Hijo de una familia pobre del Marruecos rural, como tantos miles de inmigrantes que en los años del ‘boom’ económico llegaron a Murcia, Youssef se coló en España con 20 años escondido en un tráiler, en el ferry de Tánger a Algeciras. Desde allí comenzó una caminata hasta Almería, junto a dos compatriotas, robando comida en los huertos que encontró a su paso. Tras dar esquinazo a un traficante que les pretendía cobrar 800 euros por llevarlos, y a una patrulla de la Guardia Civil escondiéndose en un bebedero de cerdos, Youssef llegó primero a Almería y después a Beniaján, donde terminó regularizando su situación y encontrando trabajo. «Soy electricista, vivía de alquiler y las cosas me iban bien», relata. Pero todo cambió con la crisis. Se quedó sin empleo y llegó un momento en que no pudo seguir pagando el piso. Se fue a la calle. «Para que la ropa no oliese le daba la vuelta, porque no podía lavarla», chapurrea en un imperfecto español.

El año pasado, y después de dar tumbos por varias ONG y un par de trabajos temporales, recaló en Jesús Abandonado. Ahora vive en un piso tutelado y no tira la toalla. «Solo hay problemas, pero sigo aquí porque pese a todo creo que en Murcia hay mejor futuro que en mi país», confiesa.

Youssef mantiene la esperanza. Es difícil encontrar algo parecido a ese sentimiento, sin embargo, en las miradas de quienes junto a él pasan las horas en el centro de día de Jesús Abandonado.

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