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MURCIA

V Aniversario del Terremoto de Lorca

miércoles 11 de mayo de 2016 Fuente: La Verdad

Enlace La Verdad

Desde el Colegio de Trabajo Social queremos transmitir nuestra solidaridad con todas las personas que de una manera u otra se vieron afectadas y que hoy siguen trabajando por volver a la normalidad, así como reconocer la labor de los/as profesionales de trabajo social que han atendido a las personas afectadas.

Las cicatrices de Lorca

Cinco años después de los seísmos que mataron a nueve personas, los vecinos denuncian que todavía hay 60 afectados estancados «en el ‘minuto cero’ del terremoto»; no son las únicas heridas que aún no se han cerrado.

El laberinto de las ayudas

«Algunos mayores se han muerto esperando»

Cuando es difícil olvidar lo sucedido

LOS DATOS

  • 4,5 grados de magnitud en la escala Ritcher tuvo el primer terremoto que se produjo a las 17 horas del 11 de mayo de 2011.
  • 2 horas después, a las 18.47 horas, tenía lugar el segundo temblor, de 5,1 grados, al que siguieron 28 temblores en las siguientes 14 horas.
  • 9 muertos, más de 300 heridos, 90.000 afectados, 60.000 personas sin hogar y daños valorados en más de 1.200 millones de euros.

El supermercado La Estrella hace hoy un mes que abrió sus puertas «a las diez y media huyendo del número once».

Un lustro después de la tragedia no habrá ningún acto que recuerde lo ocurrido aquel fatídico día.

Los lorquinos intentan no echar la vista atrás, pero estos días es complicado no recordar a los que se fueron, a los que ya no están. En La Viña, la ‘zona cero’ del terremoto, la vida sigue, aunque los vecinos admiten que «no hay esa alegría de antes»

El cielo se muestra gris y por momentos caen gotas que obligan a abrir los paraguas. Las calles están casi desiertas y los bancos del parque aparecen vacíos. El silencio solo es roto, de cuando en cuando, por un vehículo que transita la calle y por algún pajarillo que desde su jaula en un balcón emprende su canto. El escenario es el barrio de La Viña, la conocida como ‘zona cero’ del terremoto, en la víspera del quinto aniversario de la tragedia, que se conmemora hoy. No habrá ningún acto que recuerde lo ocurrido aquel fatídico 11 de mayo de 2011, cuando, a las cinco de la tarde, un movimiento sísmico de 4,5 grados en la escala Ritcher parecía presagiar lo que estaba por suceder casi dos horas después. A las 18.47 horas un segundo temblor de 5,1 grados sembraba la tragedia. Nueve muertos, más de trescientos heridos, noventa mil afectados, sesenta mil personas sin hogar y daños que sumaban más de 1.200 millones de euros. Cinco años después, aún es difícil olvidar lo sucedido. Los lorquinos intentan no echar la vista atrás, pero estos días es complicado no recordar a los que ya no están, a los que se fueron para no regresar.

Un padre intenta resguardarse de la lluvia bajo los aleros de los edificios cercanos a la iglesia de Cristo Rey. En brazos lleva a su pequeña de año y medio, mientras empuja un carrito a toda prisa en el que va su otro hijo, de dos años y medio. «Nacieron después del terremoto. No saben lo que es eso y espero que nunca puedan saberlo», cuenta mientras continúa a la carrera. La lluvia parece haber obligado a todos a permanecer en el interior de los edificios, porque únicamente el cartero, que hace su reparto, y los operarios de la limpieza, que retiran basura y cartones junto a uno de los contenedores soterrados, permanecen a la intemperie.

Deja de llover y parece que casi por arte de magia los ciudadanos se hacen a la calle. José González pasea a su perro ‘Kiro’ por la calle Panadería. «Nació unos días antes del terremoto. Me da mucha alegría, porque me hace compañía. Me anima cuando estoy con la moral un poco baja», señala mientras charla con su amigo Alberto Pedrero. «Aquí estamos los dos, repasando como está todo». Se quejan de la ‘plaza de toros’. «¿No sabe lo que es? Pues el monumento ese que nos han puesto para tapar el transformador eléctrico», explica José González. Y Alberto Pedrero añade: «Toda la vida luchando para que nos quitaran la subestación eléctrica y cuando lo conseguimos, nos colocan un transformador. Ya no estamos para reivindicaciones. Antes éramos más guerrilleros».

Más arriba, Ana Romera pasea con su nieta. «Tiene año y medio, pero hoy no ha ido a la guardería, porque estaba lloviendo y hacía un poco de frío. Su madre me la ha mandado para que la cuide», cuenta. Desde el terremoto, «la gente está más triste. Estamos bien, pero no hay esa alegría de antes. Parecemos cansados. Es que lo que nos pasó fue muy gordo. No creo que lo olvidemos y tampoco a los que ya no están. Mi vecino, Pepe, se fue después del terremoto porque la casa se demolió y ya no podrá volver, porque murió hace dos meses. Una tristeza; estaba muy ilusionado con su casa nueva. Le han faltado unos ‘mesecicos‘».

A pocos metros está lo que antes era el supermercado La Estrella que ahora es carnicería. «Bueno, vendemos un poco de todo. Carne, charcutería, vinos, comida para llevar…», afirma su dueño, Francisco Javier García Morenilla, desde detrás del mostrador. Abrieron sus puertas hace unas semanas. «Justo mañana [por hoy] haremos un mes. Abrimos el 11 de abril. Estaba previsto que a las 11 de la mañana, pero no me gustó tanto once y adelanté la apertura media hora, a las diez y media huyendo del número once». El día del terremoto todo el establecimiento tembló. «Mi padre estaba enterrado entre latas y estanterías y a mi me cayó la puerta de cristal encima. Todo quedó destrozado, hasta el punto de que hubo que demoler el edificio por completo». Han vuelto cinco años después de la tragedia. «La reconstrucción ha sido muy complicada, con muchas dificultades, mil problemas… Había seis vecinos que no querían edificar, por lo que tuvimos que salvar mil situaciones hasta llegar al día de hoy».

El establecimiento está abarrotado de público. «Estamos encantados desde que hemos abierto. Viene la gente de toda la vida, pero también muchos clientes nuevos del centro de la ciudad», explica Francisco Javier García. Entre los parroquianos están sus padres, Estrella de los Reyes Morenilla Ríos y Juan García Pérez. «Hemos venido a comprar para la casa», cuenta su madre. Ella trabajó cuarenta años detrás del mostrador del supermercado La Estrella al que le dio su nombre. «Y no sabe lo que lo echo de menos. Ahora mismo daría un salto y me pondría a atender. He pasado muy buenos ratos aquí».

Su marido trabajó en el sector de la alimentación 53 años. «Ha quedado precioso. No puedo por menos que recordar nuestro supermercado. Hacía solo once meses que lo habíamos arreglado entero. Hicimos una inversión millonaria y vino el terremoto y se lo llevó todo por delante. Todo cayó al suelo. No quedó nada. Fue una locura aquel día. No quiero ni recordarlo».

En los bajos del edificio Grial volvió a abrir sus puertas Baby Atis. Su propietaria, Encarna Ibarra, está encantada. «Tenía muchas ganas de volver, porque este local era mío y el que tenía en San José era alquilado». Se marcharon tras derrumbarse el edificio cuando estaba siendo demolido. «Pudimos sacar muy pocas cosas. No quiero ni acordarme». La tienda es idéntica a la que tenían. «Estaba recién estrenada. He querido que fuera lo más parecida posible».

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